viernes, 19 de marzo de 2010

El valor de las cosas pequeñas

¿Qué regalos, de los que nos hayan hecho durante nuestra vida, recordaremos cuando tengamos 90 años?

Si la enfermedad de Alzheimer puede con nosotros, es posible que ninguno. Pero si no...

Resulta curioso escuchar la pequeña gran historia que cuenta una mujer casi anónima, Felisa Uriel (ver entrada anterior), que a sus lúcidos 90 años vuelve a revivir su niñez en la portería del Hospital Provincial de Soria, a cargo de la cual estaba su padre.

Es la historia del pastor que en los años 30 del siglo pasado, un día llegó al hospital buscando a su hija, que había sido trasladada desde su pueblo para ser operada de urgencia. Su estado era crítico y el hombre lloraba amargamente por la gravedad de la situación y por no tener dinero con el que poder quedarse en la capital para estar más cerca de su hija. El padre de Felisa permitió al pastor que se quedara en la vivienda de la portería. No podían ofrecerle cama pero el sofá le serviría. La niña se recuperó y padre e hija regresaron al pueblo. Pasado un tiempo, el pastor caminó 10kms de ida y otros tantos de vuelta para llevar a esa familia que le había acogido un regalo para su hija. Era, simplemente, una piedra de pirita.

Hoy, 80 años más tarde ese regalo sigue vivo en su recuerdo. Es el valor de las cosas pequeñas.

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